GEOMETRÍA DE LAS PASIONES
Geometría de las Pasiones
Eterno dilema objeto de bizantinas discusiones, la
pasión fue entendida durante muchos siglos como enajenante, como factor
disociador de la equidad mental, eterna usufructuaria de la razón en detrimento
del buen juicio, el discurso filosófico de la antigüedad sostenía la doctrina de
que las pasiones descontrolaban al sano juicio, que la persona bajo su influjo
excedía las naturales limitantes determinadas por la equidad, y debido a ello se
presuponía al individuo en posesión de un daemon, un espíritu que trastocaba a su
alma llevándole a la perdición.
En la modernidad, se ha entendido la íntima
dicotomía entre razón y pasión que se suscitan en el hombre y dirigen su
accionar, siendo que las emociones son productos de la pasión en su estado más
puro, no se excluyen ni se eluden, antes bien, conforman un entramado donde se
aprecia en determinada circunstancia y tiempo, al imperio de la razón en el
individuo, a sus circunstancias, a sus decisiones.
La pasión fue exacerbada
durante el Romanticismo aún por encima de la razón, como fin y destino de las
acciones supremas del hombre, con los ideales abstractos como formas de afirmar
la vitalidad y así poseer los significantes de la propia trascendencia y
conseguir los fines de la propia autoconciencia. La grandiosidad, lo exagerado
al sublimar a la razón para así poder dar sentido al sentimiento, llevó a la
humanidad en esta época a un verdadero renacimiento del espíritu en
contraposición a la postura racionalista precedente. la Modernidad, la edad
contemporánea, se ha deslindado de ésta postura, dejando a un lado a lo
sentimental en pro de un pragmatismo a todas luces inspirado en una postergación
de la reflexión interior, para así autocomplacerse en metas y deseos fácilmente
asequibles, que pueden cumplirse de manera inmediata en un materialismo sin
cuestionamientos ni remordimientos.
Sufrimos una distorsión producto de ésta
recompensa material automática, la sociedad occidental ha desechado a los
antiguos modelos filosóficos, a las doctrinas religiosas y hemos llegado a la
postergación, a una falta de aspiraciones donde el desencanto se yergue como la
panacea. y no es una postura gnoseológica provista de profunda reflexión, más
bien se trata de la proyección a futuro de la búsqueda de la satisfacción, donde
los valores espirituales simplemente cayeron en desuso. Lo primordial se centra
en lo comercial, en el afán de lucro, y en lo político, en la detentación del
poder y sus derivados, fama y conexos, los deseos del presente se centran como
inalcanzables y su búsqueda implica cierta renuncia a la felicidad y paz
interior para poder enmascarar a ese desapego de las cosas al alma, tan
necesarias para poder crecer y desarrollarnos como seres plenos.
La disertación
de Remo Bodei se emprende analizando a Baruch de Espinoza, quien parte de una
premisa geométrica como crítica de lo absoluto y de la fé, situándolas como
medio político para canalizar y domeñar, y desechando su naturaleza real y sus
efectos en el hombre, sustenta que el deseo es la principal motivación del
hombre y que el absolutismo del poder y la constricción de la iglesia buscan
relegar las pasiones para impedir al individuo su propia libertad, relegando a
las pasiones a un estado de clandestinidad de la conciencia, y así generando
sentimientos de culpa que hacen al individuo presa fácil de la manipulación.
La
herencia de Espinoza, radica en su original aceptación de las pasiones como algo
positivo si se logran administrar, en una reflexión encaminada a comprender al
origen de las pasiones para poder comprenderlas. Sin embargo, se aprecia en su
pensamiento la certeza de que la represión de la individualidad es un hecho, con
el artificio de la ética y la moral esgrimidas desde el poder, haciendo de los
individuos una especie de uniformidad cromática de pensamiento, despojándolos de
la individualidad.
Será durante la Revolución Francesa cuando éstas estructuras
de poder se resquebrajen y den paso a una fusión de poder y sentimiento que
preconizaran la realización del individuo a través de la racionalización de las
pasiones, eliminando los obstáculos que impiden el florecimiento de la pasión.
Este camino trazado por la fuerza, hará que el pensamiento Occidental abra la
brecha para la búsqueda de la identidad del ser humano, donde el ser y vivir
para sí mismo sea el fin supremo, donde la tradición clásica sea impulsora de la
búsqueda del bien , común e individual, y donde la exploración de la mente
preconizada por Freud, Marx, Adler y Levi Strauss sean las hijas de ésa
búsqueda.
Todas nuestras corrientes de pensamiento tienen por norte la búsqueda
de la felicidad. Su logro, según Espinoza, no está signado por la virtud, ésta
es su directa consecuencia y no al revés.
El logro de la satisfacción de los
deseos viene condicionado en refrenar los menos satisfactorios, estableciendo
una jerarquización éticamente elevada para así poder gozar de aquello que más
nos satisface. La mayor felicidad siempre recaerá en la sabiduría, el viejo
principio sustentado por Platón. Acertadamente, Bodei se decanta en denominar
geometría de las pasiones a su estudio haciendo una sutil distinción entre las
pasiones y la razón. Las pasiones para él son equivalentes, condensativas y
simbólicas, expresan las vastedad y complejidad del accionar, mientras que la
razón se sirve de la estratificación, ella distingue, analiza y distribuye y
permite que la espontaneidad del surgimiento de las pasiones tenga un dique,
esbozado en las tradiciones, en la forma como producto natural que se forja del
individuo, en el simbolismo que encierran y a su vez son producto de la
temporalidad y la interacción social.
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